La dieta occidental potencia el cambio climático


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Según una encuesta realizada en 12 países desarrollados por Chatham House de Londres (Reino Unido), instituto independiente que busca crear conciencia sobre temas globales, la dieta occidental, rica en lácteos y carne rojas retroalimenta el problema del calentamiento global hasta un punto que podría llevarnos a una situación irreversible.

El sector ganadero contribuye con casi un 15% en emisiones de gases de efecto invernadero, una cifra similar a la contribución que realizan los vehículos de combustible. Sin embargo, mientras se insiste de manera constante en la reducción de los gases de los transportes, son casi nulas las medidas que apuntan a cambiar el modo de producir y consumir carne.

De mantenerse las tendencias actuales en relación a la producción y consumo de carne en los países emergentes y en vías de desarrollo, se tornará imposible frenar el aumento de la temperatura y mucho menos alcanzar el objetivo de no superar los 2º C. La previsión es que se llegue a los 4º C (y por eso ya se define a la dieta occidental como la ‘dieta de los cuatro grados’).

Si bien en el estudio se indica que países como Brasil, China o India son los que más aumentan su consumo de carne, Europa no se queda atrás, ya que consume más del doble de lo que recomienda la OMS (Organización Mundial de la Salud).

Desconocimiento y apego a los hábitos, parte del problema

Entre los encuestados por Chatham House, un 54% declaró desconocer el impacto que la ganadería tiene sobre el clima y aseguro que no estar dispuesto a modificar el consumo de carne (cifra que llegaba al 62% en relación a los productos lácteos).

En función de estos y otros datos concurrentes, las expectativas son preocupantes: se espera que el consumo de carne y productos lácteos aumente de forma significativa durante los próximos 40 años.

Queda planteada la necesidad de llevar adelante una estrategia internacional para cambiar las tendencias alimentarias fomentando un mayor consumo de pollo y cerdo, cambio que traería beneficios notables no sólo para el medio ambiente, sino también para la salud pública.

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